Cuentos que Terminan en NO (I)



Estabamos ahí, María y yo, en realidad no sabía como estabamos vivos todavía. Eramos 8 en este comando de mierda antes que nos atraparan estos talibanes. En realidad no sé si son o no talibanes para mí es lo mismo. Estos cabrones han descapitado a dos del comando, sabrá Dios si a más de ellos.

Estoy tirado en el suelo con un pañuelo en la boca y aunque no puedo gritar ni decir nada lo veo todo. Solo estamos ella y yo, y dos de los talibanes con sus sables, armas automáticas y demás cosas. Que mucho polvo, me duele cada uno de los huesos del cuerpo, me han dado golpes en sitios que nunca en mi vida había sentido.

María, estaba allí coqueta con esos cabrones, puta. El maldito barbudo la mira con una cara de lujuria, de bellaco malo. Ella lo mira, arrodillada frente a él, con los ademanes característicos de quién se lo quiere mamar. Cabrona, mal paría, hará cualquier cosa por sobrevivir. Si solo supiera que esto la llevará lo más rápido a la tumba.

Puedo entenderlos, hablo el idioma, el otro le recrimina. Un tipo joven y tosco, aunque no tan grande como el sedicioso. ¡Oh Dios! No te preocupes después que me lo mame le volamos la cabeza. No puedo hacer más ruído por la mierda esta que tengo en la boca. Lo único que consigo es una soberana patada en el costado, no me puede doler más porque ya me dolía.

Ella se le abalanza poco a poco al de la barba, le suelta el cinturón y rapidamente le baja los pantalones al desgraciado. El joven que está detrás de ella le apunta a la cabeza y le dice en un inglés mezclado con árabe... en realidad cualquiera hubiera entendido que su cabeza iba a volar en canto como se le ocurriera hacer alguna treta.

Ella sonrió, como una misma puta barata, volteó su cabeza hacia su objetivo y tomó el miembro del talibán en sus manos. Al momento algo flácido, creo que estaría algo nervioso. No sé si las mujeres de allá maman, no sé. María sin encomendarse a nada y con esa cara de bellaca sata, se introduce el falo a su boca mientras lo mira a los ojos. Pícara, acariciaba ese miembro, con las manos lo acariciaba desde los testículos hasta la punta de la cabeza y paseaba su lengua por todo su glande.

Ese miembro fue creciendo poco a poco y veía como desaparecía de ratos en la boca de María, que parecía que disfrutaba cada centímetro de la virilidad de este asesino. Que habilidad la de María, sus manos, su lengua, sus labios, toda su boca trabajando la maceta de este pedazo de cabrón. ¿Cuántas veces estuve en el campo viendola, deseandola más que a nadie en mi vida? Sería la soledad o la lejanía de la guerra o el hecho real que no he estado con una mujer en tanto tiempo. Siempre rechazó mis avances, mis insinuaciones. Y la veo ahora mamándoselo a este rufián.

El talibán tiene los ojos apuntando para el techo, María voltea la cabeza hacia el joven, el tosco, no puedo evitar notar que el muy desgraciado tiene una erección. Pero, es una erección gigantesca. Ella lo nota también, se pone más bellaca todavía, no sé cómo pero sin dejar de manosear al talibán recostado contra la pared mugrosa, su cuerpo se tuerce lo suficiente para alcanzar esa erección con su mano izquierda. El joven, tosco y ahora vulnerable le pasa el arma al talibán barbudo recostado en la pared y los ojos mirando al techo, y se baja el pantalón.

Ahí dejó ver una cosa increíble, estaba en erección total, exageradamente grande, poderoso. María se soltó los pantalones de camuflaje con todo y la ropa interior, se viró nuevamente dónde su primer talibán, recostado en la pared y los ojos al techo, comenzó a mamárselo mas vigorosamente. Se arrodilla en el suelo polvoroso y subiendo las nalgas dejando ver su limpia y bella crica le grita al joven de la maceta grande con lo que a una mujer se le puede entender con un bicho en la boca - "Fuck me!".

Puta, desgraciada, se la estaban metiendo por detrás tan duro, esa cosa tan grande y tan dura le penetraba la crica de forma tan violenta y ella gemía de puro y descarado placer. Mientras mamaba y recibía, a mí se me desgarraba el alma verla gozar con estos dos talibanes, sabía que su cabeza rodaría por el piso como el semen de lo malditos. Ella en una forma sublime me miró a los ojos, retiro el miembro a punto de venirse de su boca, se sonrió como aquel que se sonríe antes de hacer una maldad, una fechoría, abre su boca lo más grande que me imagino habrá podido y...

...un grito desgarrador invadió aquel mugriento y polvoroso salón, la sangre emanaba de manera descontrolada de no sé exactamente donde, María tenía el miembro del talibán aprisionado entre su boca, vi cuando lo soltó, le pendía en un hilo de sangre. Al mismo tiempo, el joven, el de la cosa grande, se había quedado petrificado, quizás por medio segundo, no vió la patada de María, la fortaleza de esa mujer concentrada en una patada circular al rostro, creo que en la quijada hizo rodar al grandote que cayo de espalda al suelo. Me resulta gracioso ahora, pero su miembro apuntaba directamente al techo.

El grandote fue tras el arma que había dejado caer al suelo el ahora desmembrado talibán. María es más ágil, tiene más flujo, con la boca derramando sangre, los ojos en concentración da un salto hacia el grandote y le arrebata el sable que llevaba en el cinto. Una vuelta por el suelo, hace que levante una nube de polvo que no me deja ver exactamente como fue. Ahí estaba ella con su sable en la mano, como toda una Samurai, fue un zum el sonido en el aire, ni siquiera lo noté, pero la cabeza estaba totalmente separada del cuerpo. Rodó, por el piso, el cuerpo inerte, arrodillado, entonces se fue hacia atrás. Era un baño de sangre horroroso, horrible, tenía un olor tan familiar a las batallas que habíamos librado días antes.

El desmembrado la miraba, atónito, muerto del miedo, agarrandose lo que ya no tenía. Gritaba cosas que no podía entender, no era árabe, ¿o sí?

María atravezó su abdomen con el sable, le dio no sé cuantas vueltas, lo miró a los ojos y le dijo con una voz como sacada de la misma profundidades del infierno - "Hijo'e'puta". Estoy seguro que el tipo este no sabe nada de español pero eso lo debió haber entendido perfectamente.

María erguida de pie, desnuda de la cintura para abajo voltea de lado su cabeza para mirarme, una sonrisa maléfica en su boca, como media escondida. Avanza hacia mí, el sable en su mano derecha, no quiero mirarle su sexo, totalmente pelada, bella, dije que no quería verla. Se acerca, me retira el pañuelo o lo que sea que tenía en mi boca. Se acerca demasiado a mi rostro, la boca dibujada en sangre, un hedor a pene sin lavar en su boca, se acerca demasiado creo yo y me pregunta - "¿Y ahora, quieres esa mamaíta que pediste hace unos días?" -

La miro a los ojos, pensando que eran 5 los talibanes que nos tenían de rehenes, que el grito debió de haber llegado hasta la misma capital de Irak, que me parecía que jamás en toda mi puta vida esta tipa va a poner su boca en lo más mínimo cerca de mi preciado bicho. Que los demás tienen que estar a la puerta del salón, que vienen a acabar con nosotros, a matarnos. Y María, con sus ojos desorbitados, se sentía energía emanar de su cuerpo, podía percibir el olor de la adrenalina en su ser.

-"¿Quieres?" Su retórica y burlona insistencia.

-"No"-
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